LA CARTA
Hola, ¿cómo estás? Yo muy bien, encantada de escribirte, que
sepas que me acuerdo mucho de ti.
¿Te acuerdas de nuestros paseos por la plaza? ¿De cómo nos sentábamos
en un banco de madera a mirar a los niños jugar? Te encantaba ver a los
pequeños correr, saltar, reírse.
Pronto podremos de nuevo ir por allí, te acuerdas cómo mirabas
los grandes árboles que dejaban caer su sombra sobre el asfalto. Mirabas con
ojos de niña pequeña las ramas frondosas, alzabas tu pequeña cabeza elevando
todavía más tus ojos hacia un infinito de hojas, rayos de sol y fondo de cielo
azul de verano. Yo te observaba sorprendida por tu actitud y veía como se te
dibujaba una sonrisa mezcla de sorpresa y regocijo. La dificultad de mover tu
cuello tan atrás te hacía que volvieras rápidamente hacia abajo, cayendo tu
mirada al suelo, y entonces, te quedabas cabizbaja como si te quedaras pensando
en lo que habías visto. Yo te preguntaba: ¿Qué te pasa? Y tú contestabas: Nada,
vámonos. Yo con la duda de tu respuesta en mi corazón y con la voluntad de complacerte
te contestaba: venga, vámonos.
Y entonces paseábamos lentamente por las aceras llenas de
escaparates. El preferido era la tienda de plantas exóticas, entonces íbamos
mirando una a una, fijándonos en sus grandes hojas, otras en su estrafalario
tronco, o en sus hermosas flores, y yo te iba leyendo el precio de cada una en
euros y te lo traducía a pesetas, y siempre te parecían carísimas.
En cuanto se pase todo esto, nos iremos a tomar un café con
churros, ¿Te acuerdas? Y las veces que observamos desde el puente el río, los
patos que nadaban, y los gatos que vivían en sus orillas, eran todos seres que
tenían movimiento, como los niños, por eso te gustan tanto.
Te acuerdas cuántas veces fuimos al teatro, esa es tu afición
favorita, da igual que sean payasos, titiriteros, jotas, malabaristas o
cantantes, te transformas y te mantienes atenta a todo el espectáculo que se
despliega en el escenario.
Volveremos a hablar, quiero que sigas contándome historias
de tu pueblo, recuerdos de cuando eras pequeña, cómo ayudabas a la abuela con
las cuentas, cómo era el baile, cómo ibas a por agua a la fuente, y cómo
soñabas con unos zapatos bonitos.
¿Te acuerdas de la plaza del Pilar? ¿De la calle Alfonso? ¿De
la plaza de España? ¿No?... NO.
Poco a poco, te has ido marchando, y el hilo de realidad que te envolvía se ha hecho más fino y transparente, y te ha llevado a un lugar lejano que yo desconozco, aparecen fantasmas que te acompañan y vives gran parte de tu día en tu infancia y juventud. Cuando te visito, te traigo un mundo que desconoces.
Y yo he desaparecido, tanto tiempo sin vernos, sin tocarnos,
sin reírnos, sin abrazarte, sin besarte.
Y en este drama, cuando mi angustia me encoge el estomago, tú
me dices por videollamada, para mi sorpresa, que lo que te duele es el corazón
por no poder verme.
Mamá, mi cariñín, nunca te mandaré esta carta. No puedo ni quiero que por un infinitesimal segundo puedas dudar de ti, y se te ocurra pensar que se te ha olvidado tu vida.
Autora: Lola
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