MARÍA ROSA
Había
una vez una jovencita, llamada María Rosa, que vivía en un castillo, en un país
encantado, junto a su madre y a su querido cachorro llamado Tristán y a sus
amigos. Y aunque iba en silla de ruedas era feliz junto a los suyos.
Pasaba
el tiempo realizando muchas actividades y disfrutando de largos paseos por el
bosque con Tristán.
Entre
juegos y risas, se sucedía, una estación tras otra, hasta que llegó a su país,
una enfermedad muy poderosa para todos los que se contagiaban.
Una
fría mañana de invierno, amaneció con mucha fiebre y su madre preocupada, la
llevó, sin perder tiempo, al hospital del reino encantado.
En
este hospital había muchos vecinos y amigos, ingresados por esta enfermedad.
María Rosa tuvo la suerte de que la ingresaran en una habitación junto a una de
sus amigas pero estaban tan enfermas, las dos, que no tenían fuerzas ni para
hablar. Sólo se sentían asustadas y solas. La fiebre no les bajaba y no comían
ni bebían ni siquiera lograban mantenerse despiertas más de unos minutos…
A
los pocos días la amiga de María Rosa empezó a sentirse mejor y pudo volver a
su hogar. Pero nuestra protagonista se sentía cada día peor y más triste porque
no podía ver a sus seres queridos, ya que esta enfermedad era muy contagiosa.
La
soledad hacía que ella se imaginara lo peor, y aunque los médicos no le decían
lo que tenía, a veces lo sospechaba.
Cada
vez se sentía cada vez más desolada y no hacía más que llorar un día tras otro.
Y justo cuando ya todos pensaban que no se iba a recuperar empezó a ponerse
cada vez mejor, hasta que llegó el día que pudo salir del hospital y volver a
su castillo con todos sus seres más queridos.
Gracias
al amor de los suyos pudo recuperarse del todo y volver a ser feliz. Y como
volvió a retomar sus paseos por el bosque, encontró, un día, por casualidad,
una flor que curaba a todos los que seguían enfermos.
Y
así fue como esta enfermedad se fue del país encantado de María Rosa.
Autora: Rebeca
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