UN DISPARO EN LA NIEVE
Cuando se levantó y miró por la ventana la embargó una sensación que hacía tiempo no sentía, ilusión.
Todavía de noche bajó a la calle, no quería esperar para pisar la nieve que cubría la acera. Miró hacia el cielo. Los copos caían con calma sobre su rostro. La mascarilla tapaba la sonrisa en sus labios, pero era imposible ocultar el brillo de sus ojos.
Caminaba despacio, sus botas hacían crujir la nieve paso a paso. Ese sonido y los trinos de los pájaros despertando la acompañó un buen rato. Paseó por la plaza del Pilar, cruzó el puente de Piedra. Disfrutó viendo la cara de sorpresa de los niños que veían nevar por primera vez. De padres jugando con sus hijos. Parejas buscando el calor de los besos. Jóvenes lanzándose bolas, partiéndose de risa por el suelo. Por todos lados había alguien haciendo muñecos de nieve. Ese sábado a nadie le importó salir temprano a pesar de la temperatura.
Se asombró de cómo la nieve hace resaltar la belleza de la ciudad e hizo fotos de todo lo que le llamó la atención.
Entonces cogió el móvil para llamarla; su sonrisa se congeló. Los ojos le volvieron a brillar, esta vez de tristeza, cuando cayó en la cuenta de que no había nadie a quien llamar.
Autora: Esther
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