UNA VIDA MEJOR
Sara hoy
ha pasado la mañana en el Juzgado, le han llamado a declarar. Un vecino llamó a
la Policía cuando se asustó al oír gritos. Él gritando, como tantas veces, con
ese tono amenazador, tirando objetos al suelo, y ella llorando, otras veces se
le oye tratando de disculparse y calmarle, esta vez pidió ayuda.
Sara en
otra ocasión también estuvo en el Juzgado, por otro incidente similar, no quiso
declarar contra su marido y se archivó la causa. Hoy también quiere que se
termine todo cuanto antes. Lleva en la sala esperando cerca de dos horas.
Sara no
trabaja. Lo hizo antes de casarse, en un supermercado y en una oficina, pero
cuando se quedó embarazada y nació su hija no le renovaron el contrato, después
tuvo otro niño y se quedó en casa para cuidar de sus hijos. El dinero que entra
en casa lo gana su marido, no da para que puedan vivir separados, y sus hijos…,
cómo les afectaría, cree que debe seguir aguantando. No tiene fuerzas, ni valor
para dar el paso. Tal vez él cambie esta vez, en algún momento le demostró que
le quería y algo tiene que quedar, él le dice a veces que le quiere. Pero es
tan difícil vivir así, siempre con miedo a contrariarle.
Está
nerviosa, intenta relajarse, coge una revista que ve en la mesita que tiene a
la izquierda de la sala de espera, y le echa una ojeada. Solo lee algunos
titulares, pero se para en un artículo que cuenta la historia de un joven que
trabaja de enfermero en un hospital en España. Se trata de un senegalés, ahora
con nacionalidad española, que con 15 años se subió a una patera. Lo hizo
porque en su casa pasaban dificultades para vivir y no veía que tuviera allí
oportunidad de mejorar su situación. Le costó más de dos meses el llegar a
España, en la patera estuvo 10 días. Comían un día sin otro, no tenían casi
agua y encontraron cuerpos flotando de otra patera que había naufragado. Fue
muy duro. Una vez en España tuvo que dormir bajo el puente, vivía como
temporero y de la venta top-manta, no tenía papeles, ilegal, en alguna ocasión
le detuvieron. Más tarde consiguió trabajar en un bar, en la cocina, donde no
le vieran. Un día se encontró en su camino con un buen hombre que hizo amistad
con él. Comenzó por invitarle a comer y acabó adoptándole. Se puso a estudiar
al mismo tiempo que trabajaba, y con esfuerzo consiguió matricularse en enfermería.
Él quería ayudar a la gente, era su objetivo desde que los voluntarios de la
Cruz Roja le atendieron cuando llegó en la patera a la orilla.
Sara
comenzó a pensar, a darle vueltas a todo, ella estaba en su país, podía buscar
trabajo, la policía le había informado que le darían alguna ayuda si denunciaba
y solicitaba una orden de protección, podía intentarlo, comenzar de nuevo. Si
un niño lo había conseguido, ella con 40 años también podría. Iba a ser
valiente, además qué ejemplo era para su hija e hijo, debía hacerse respetar,
para que ellos no siguiesen esa forma de vida que le estaba destrozando, que la
historia no se repita, y algún día fuesen personas independientes
económicamente y nunca admitiesen en su vida el maltrato.
Autora:
Mercedes
Comentarios
Publicar un comentario
Nos interesa tu opinión si la expresas con respeto. No admitimos publicidad.