VIAJE EN LA MEMORIA
Además de desconectar
de la rutina y de buscar holganza, el viaje es asombrarse de forma continua,
fugarse de uno mismo, superar la esfera personal relativizando cuanto se conoce
de antemano y transformar la mirada que hasta ese momento se tenía (acertó
Marcel Proust, «viajar no es cambiar de paisaje, es cambiar de mirada»). Porque
viajar supone, por un lado, la transformación del ojo y, por otro, la del
espíritu de quien viaja atento. Porque el viaje de verdad acaba a la postre
siendo una especie de revelación interior.
En eso consistía
nuestra vida, en seguir. Seguiríamos y seguiríamos hacia delante, casi sin
detenernos, y con nosotros seguía nuestro coche, y nuestro escaso equipaje. A
mí a veces me daba la impresión de que no teníamos pasado. O de que lo
teníamos, pero no a nuestro lado, sino detrás, siempre detrás.
Hace unos años que mi
memoria falla, duda, olvida. Dentro de poco más, sin duda, muchos de mis
recuerdos se habrán borrado de esta manera envejecida y la reconstrucción de
acontecimientos que he presenciado, personas que he conocido y me han influido,
vivencias de todo tipo, será imposible definitivamente. Quizá deberían morir
conmigo, incluso antes por no merecer la pena de escribirlas ni honor de ser
leídas.
Así como un viaje
minúsculo terminado aquí, en el otoño de la ruta de la esquina y la melancolía
de la vejez, tan próxima en los ojos cansados de este “animal tímidamente
triste” que escribió estos versos con apenas 20 años y que ahora repite con
nostalgia y con recuerdos.
ATRIBUCIONES
Además de desconectar de la rutina y de buscar holganza, el viaje es asombrarse de forma continua, fugarse de uno mismo, superar la esfera personal relativizando cuanto se conoce de antemano y transformar la mirada que hasta ese momento se tenía (acertó Marcel Proust, «viajar no es cambiar de paisaje, es cambiar de mirada»). Porque viajar supone, por un lado, la transformación del ojo y, por otro, la del espíritu de quien viaja atento. Porque el viaje de verdad acaba a la postre siendo una especie de revelación interior. Ramón Acín, Un andar que no cesa.
En eso consistía nuestra vida, en seguir. Seguiríamos y seguiríamos hacia delante, casi sin detenernos, y con nosotros seguía nuestro coche, y nuestro escaso equipaje. A mí a veces me daba la impresión de que no teníamos pasado. O de que lo teníamos, pero no a nuestro lado, sino detrás, siempre detrás. Ignacio Martínez de Pisón, Carretera secundarias.
Hace unos años que mi memoria falla, duda, olvida. Dentro de poco más, sin duda, muchos de mis recuerdos se habrán borrado de esta manera envejecida y la reconstrucción de acontecimientos que he presenciado, personas que he conocido y me han influido, vivencias de todo tipo, será imposible definitivamente. Quizá deberían morir conmigo, incluso antes por no merecer la pena de escribirlas ni honor de ser leídas. Eloy Fernández Clemente, El recuerdo que somos.
Así como un viaje minúsculo terminado aquí, en el otoño de la ruta de la esquina y la melancolía de la vejez, tan próxima en los ojos cansados de este “animal tímidamente triste” que escribió estos versos con apenas 20 años y que ahora repite con nostalgia y con recuerdos. José Antonio Labordeta, Memorias de un beduino.
Autora: Ana
Comentarios
Publicar un comentario
Nos interesa tu opinión si la expresas con respeto. No admitimos publicidad.